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EL DESGARRO DEL VACÍO

26 sep 2020
EL DESGARRO DEL VACÍO

EL LÁTIGO DE DIOS. Ortiz Remacha - Descarga revista en PDF: Enlace



EL DESGARRO DEL VACÍO



Es un placer regresar a los seguidores zaragocistas a través de este soporte aunque será una gran noticia cuando podamos hacerlo en papel.

    Significará que la afición ya puede acudir a la Romareda y que se puede repartir una revista con opiniones, entrevistas y deseos de compartir un tiempo de las vidas de los aficionados blanquillos. Esta pandemia terrible nos ha perjudicado más de lo que pensamos y aún está dentro de nuestras vidas. Recuerdo con cariño la primera publicación, allá por el 28 de agosto de 2009, cuando esperábamos los triunfos de un equipo que finalmente terminó donde se encuentra ahora, en Segunda División y con un proyecto de permanencia en la categoría.

    Ya empieza a inquietarse la parroquia zaragocista que no ve con buenos ojos lo que se está haciendo y en el debilitamiento de la plantilla, donde siguen lesionados algunos jugadores de la importancia. La liga ya ha comenzado hace tres semanas y el Real Zaragoza se tiene que reenganchar con dos encuentros menos y sin ritmo de competición.

    Insisto. Este silencio del club, el dar la espalda a los seguidores en unos momentos tan difíciles, pueden ahondar el vacío en el corazón y favorecer la distancia. Una sociedad anónima deportiva es un negocio. Que asume algo tan estúpido para ellos, supongo, como una afición heterogénea, pobre o rica, culta o sin conocimientos, masculina o femenina, veterana o joven. Se trata de un espíritu colectivo que va más allá de la situación económica, la racha del equipo o el nombre de los propietarios. A la afición le da lo mismo que los dueños ganen con maniobras especulativas, pacten con ayuntamientos, se hagan filiales de otros más poderosos o incluso que no les guste el club que representan.


    Los seguidores de un equipo desean formar parte de un espectáculo gratificante, emocionarse, convivir con sus jugadores, gritar los goles, sufrir, ganar, cantar, viajar, unirse en peñas y disfrutar más allá del partido. Y pagan sus abonos, sus entradas, sus desplazamientos, sus fiestas deseando que los jugadores y los técnicos que representan sus colores, les devuelvan ese cariño con esfuerzo y dedicación. La afición puede ser fácil de dominar pero, cuidado cuando se le defrauda, se le aparta, no se le dice la verdad o se juega con ella como un grupo sin cerebro.

    Pobres de los que se enfrenten a ese colectivo, que también es suma de personas diferentes, porque tendrán que marcharse.